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Mis happy pills

Mi proceso tomando medicina para la depresión y la ansiedad


En marzo cumplí veintisiete años y con ellos llegaron muchas sorpresas, entre ellas un diagnóstico de depresión y ansiedad. Definitivamente no era el regalo que esperaba para empezar esta nueva etapa, pero sí el que realmente necesitaba para crecer y volver a encontrar la felicidad.


A principios de marzo, días antes de mi cumpleaños, mi psiquiatra me dio la noticia de que padecía de trastorno de ansiedad. Recuerdo a la perfección que, en ese momento, en mi mente, saber que tenía ansiedad era sinónimo de decirme que me iba a morir y que todo era mi culpa. Me quede pasmada, sin saber qué decirle y sosteniendo las lágrimas que se iban acumulando con cada palabra que decía. Ese día no me pudo decir que también padezco de depresión. Me imagino que después de ver mi reacción paranoica cuando me dio la noticia de la ansiedad, sabía que necesitaba tiempo para procesarlo y poder aceptar el diagnóstico completo.


Aunque soy una mujer que ama la salud y el bienestar integral, y que se rodea de gente que habla abiertamente de enfermedades mentales, aún existían prejuicios en mi mente sobre este tema. Sonaba muy ajeno, algo que solamente le pasaba a la gente que estaba muy mal. Y en mi mente yo estaba bien, ¿por qué iba a estar mal?



Rompiendo juicios


Igual que muchos, crecí toda mi vida viendo series como Gossip Girl o, últimamente, Euforia y mi visión sobre la depresión y la ansiedad eran personas o personajes que odiaban la vida, que no tenían amigos y se quedaban en cama por días sin poder salir.

Cuando en prepa estudié psicología, nos enseñaron los síntomas más comunes de estos trastornos y, en mi opinión, no era mi caso. Yo no tenía problemas para salir de la cama, es más, todos los días me presentaba a trabajar, tenía amigos, tenía sueños, cosas que me hacían feliz y muchas ganas de vivir. Entonces claramente yo podía padecer de depresión y ansiedad. Además, ¡hacía yoga! ¡Daba clases de yoga! ¿Cómo una maestra de yoga que habla de conectar contigo mismo y escucharte va a padecer de depresión o ansiedad?


El NIH (Instituto Nacional de la Salud Mental) los define de la siguiente manera:


¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es un sentimiento de miedo, temor e inquietud.

Trastornos de ansiedad:

Los trastornos de ansiedad son afecciones en las que la ansiedad no desaparece y puede empeorar con el tiempo. Los síntomas pueden interferir con las actividades diarias, como el desempeño en el trabajo, la escuela y las relaciones entre personas.


¿Qué es la depresión?

La depresión puede causar síntomas graves que afectan cómo se siente, piensa y coordina actividades diarias como dormir, comer o trabajar. Es una enfermedad que puede afectar a cualquier persona, sin importar la edad, la raza, los ingresos, la cultura o el nivel educativo.


Trastorno depresivo persistente:

A menudo incluye síntomas de depresión menos graves que duran mucho más tiempo, generalmente por lo menos durante 2 años.


Me impresiona que, aunque la información dice: "puede afectar a cualquier persona, sin importar la edad, la raza, los ingresos, la cultura o el nivel educativo", aún creemos que es algo que a nosotros nunca nos va a pasar (o mínimo yo así pensaba). Estaba completamente equivocada. Tuve que romper poco a poco todas las creencias y mitos erróneos que tenía en mi cabeza sobre estas enfermedades mentales.



Mis "happy pills"


Cuando decidí ir con una psiquiatra, estaba consciente de que era probable que me recetara medicamento, pero el plan era solamente tomar medicinas para mi déficit de atención (que fue por lo que busqué ayuda psiquiátrica al principio). Nunca me imaginé que además ahora tendría que agregar a mi lista de pastillas el famoso Escitalopram.


Por suerte mía, tengo un hermano que, además de estudiar medicina, ya llevaba tiempo tomando este mismo medicamente y los efectos en su estado de ánimo y forma de ser fueron impresionantes. Así que decidí darle una oportunidad, pues había acudido con una psiquiatra porque sabía que algo no estaba completamente bien y ella llevaba años estudiando y especializándose para poder dar este tipo de diagnósticos y medicamentos. Lo peor que podía suceder es que no me gustara y decidiera dejar el tratamiento.


"Los antidepresivos son medicamentos que se usan con frecuencia para tratar la depresión. Debe transcurrir cierto tiempo para que surtan efecto, por lo general, entre 4 y 8 semanas, y a menudo, los síntomas como problemas para dormir, apetito o concentración mejoran antes de que mejore el estado de ánimo. Es importante darles una oportunidad a los medicamentos antes de decidir si funcionan o no."

NIH (Instituto Nacional de la Salud Mental)


Empecé el tratamiento y poco a poco, día a día me iba sintiendo mejor. Lo primero en desaparecer fue el enojo inmenso que llevaba dentro. Semana con semana las peleas fueron disminuyendo y la paz empezó a entrar. Recuerdo que para mi cumpleaños (cuatro semanas después de empezar el tratamiento) me sentía como nueva. Amanecí emocionada por mi fiesta en lugar de abrumada y preocupada. Por supuesto que después de 10 horas de convivencia con gente la ansiedad empezó a aparecer, pero antes de eso, de verdad disfruté cada momento al máximo sin importar todo lo que salió mal.


Todo era amor y felicidad, pero los tratamientos pocas veces son lineales, ya que la vida tampoco lo es. Para mayo, estuve bajo mucho estrés. Mi cuerpo empezó a presentar síntomas como gastritis, colitis, dolores de cabeza, etc. La ansiedad estaba regresando. Así que después de una sesión con la psiquiatra, decidimos que lo mejor era aumentar la dosis de mi medicamento al doble. Los síntomas no desaparecieron luego luego, pero poco a poco me sentía mejor y más ligera.

La realidad es que estaba muy difícil que la ansiedad desapareciera mientras el estresor seguía presente, pero el objetivo a corto plazo de duplicar mi dosis fue evitar que mi mente o cuerpo colapsaran. Y así fue, ¡sobreviví al estresor! Poco a poco todo se calmó y mi mente volvió a encontrar la paz y la tranquilidad.



Viendo el sol salir


El día de hoy, ¡al fin puedo decir que soy feliz! Por supuesto que aún tengo bajones, días en los que estoy triste o días en los que me desespero con facilidad, pero a diferencia que meses atrás, esto ya no afecta mi día a día. Ya puedo seguir con mi vida y ahora tengo la capacidad de enfrentarme a mis emociones, darles un espacio para escucharlas y después dejarlas ir.


Claro que no ha sido un proceso fácil. Con los beneficios de las medicinas, también vinieron algunos efectos secundarios que me descompensaron por completo y revivieron mi disautonomía, pero aun así no cambiaría para nada mis “happy pills” porque me ayudaron a sanar mi mente y me ayudan a enfrentar mi disautonomía desde el amor, paciencia y cariño, sin ponerme en el papel de víctima (como solía hacerlo).


Después de tres años de pura lucha y de vivir en un estado de supervivencia, estoy volviendo a ser yo misma y estoy reconectando con partes de mí que había olvidado que existían. Volví a descubrir esa llama que brilla intensamente dentro de mí, esa chispa que me hace ser única y disfrutar cada momento de la vida. Al fin, después de años de que mi única meta en la vida fuera sobrevivir al día o a la semana, estoy empezando a planear a futuro y poniendo metas a mediano y largo plazo, cosa que antes no tenía energía para hacer. Más que nada, estoy aprendiendo a escucharme, a darme lo que necesito en su momento y no dejarlo pasar desapercibido.


Si tú llevas varias semanas sintiéndote triste, estresado, sin ánimos o siempre de malas, de verdad te invito a que busques ayuda profesional. Deja a un lado todas las ideas que tengas sobre las enfermedades mentales y date una oportunidad de estar bien, de estar en paz. Recuerda que eres lo más importante que tienes y si tú no te cuidas, nadie más lo hará por ti.


Y si tienes cualquier duda sobre mi proceso o quieres que te recomiende a algún experto, no dudes en escribirme, porque si algo me ha dejado todo esto, son muchas ganas de ayudar a todos los que están viviendo lo mismo.



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